El excandidato presidencial Rodolfo Hernández falleció este lunes 2 de septiembre en el Hospital Internacional de Colombia, ubicado en Piedecuesta.
POR: ANDRÉS RODRÍGUEZ.
A la edad de 79 años, Hernández enfrentaba una lucha implacable contra un cáncer terminal, una batalla que finalmente no pudo ganar, pese a su conocida determinación.
Hernández, quien había sido una figura prominente en la política colombiana, se encontraba bajo atención médica intensiva desde hacía dos meses. Su estado crítico se agravó significativamente tras someterse a una cirugía de alta complejidad, en la cual se le extrajo gran parte del hígado con el objetivo de eliminar células cancerígenas. A pesar de que logró una recuperación parcial que le permitió regresar a su hogar, una complicación grave surgió semanas después: la ruptura de una vena que derivó en su reingreso a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde permaneció hasta su fallecimiento.
Este fue solo uno de los muchos procedimientos quirúrgicos a los que Hernández se sometió en el último año de su vida. En total, fueron cinco cirugías en un intento por controlar la devastadora enfermedad que lo aquejaba. Su lucha, marcada por una notable resistencia, culminó en la madrugada de este lunes, poniendo fin a una vida dedicada en gran parte al servicio público.
El pasado 14 de marzo, en medio del escándalo por el caso Vitalogic, que lo tuvo en el centro de la atención mediática, Hernández reveló públicamente su diagnóstico de cáncer terminal. Lo hizo durante una audiencia en Bucaramanga, en la que, visiblemente conmovido, no pudo contener las lágrimas al confesar su delicada situación de salud. Esta declaración no solo humanizó al político, sino que también desvió, aunque sea momentáneamente, la atención de las controversias legales en las que estaba envuelto, centrándola en su frágil condición física.
La muerte de Rodolfo Hernández marca el cierre de un capítulo complejo en la política colombiana, en el que este excandidato, conocido por su franqueza y su estilo directo, dejó una huella indeleble. Su partida no solo es el epílogo de una dolorosa enfermedad, sino también el fin de una era en la vida pública de Colombia, en la que Hernández se destacó por su capacidad de generar tanto admiración como polémica.