En el municipio de Garzón y en el departamento del Huila, la salud mental sigue siendo un tema que, aunque crucial, permanece en las sombras de la conversación pública.
POR: ANDRÉS RODRÍGUEZ.
El suicidio, un desenlace doloroso de luchas internas que muchas veces pasan desapercibidas, es una realidad que no podemos seguir ignorando. Este fenómeno no es un acto de debilidad ni un gesto egoísta, como a menudo se malinterpreta. Es, en esencia, la expresión de un sufrimiento profundo que ha superado los recursos emocionales de una persona para enfrentarlo. Quienes contemplan esta decisión no buscan la muerte, sino un alivio a un dolor que perciben como insoportable. En este contexto, la pregunta que debemos hacernos como sociedad es: ¿qué estamos haciendo para prevenirlo y apoyar a quienes lo necesitan?
En nuestra región, la atención a la salud mental enfrenta múltiples desafíos. Por un lado, el estigma social sigue siendo una barrera significativa. Hablar de ansiedad, depresión o pensamientos suicidas aún se percibe como un signo de fragilidad o como un tema tabú, lo que lleva a muchas personas a sufrir en silencio por miedo a ser juzgadas o incomprendidas. Este silencio, alimentado por la falta de educación sobre salud mental, agrava el aislamiento de quienes más necesitan apoyo. Por otro lado, los recursos disponibles para la atención psicológica y psiquiátrica en Garzón y el Huila son limitados. Las instituciones de salud, aunque hacen esfuerzos, no siempre cuentan con los profesionales, los programas o la infraestructura necesaria para llegar a toda la población, especialmente en zonas rurales donde el acceso a servicios especializados es aún más escaso.
A esto se suma una problemática adicional: la manera en que los medios de comunicación abordan los casos de suicidio. En muchos casos, los medios actúan con responsabilidad y ética, informando con sensibilidad para visibilizar el problema sin sensacionalismo. Sin embargo, en ocasiones, estas publicaciones son recibidas con críticas que estigmatizan tanto a las víctimas como a los comunicadores, acusándolos de “exponer” o “promover” conductas similares. Esta percepción errónea desvía la atención del problema de fondo: la falta de una estrategia integral para prevenir el suicidio y promover la salud mental. Los medios, lejos de ser el problema, pueden ser aliados clave en la difusión de mensajes de esperanza, recursos disponibles y campañas de sensibilización, siempre que se manejen con el cuidado y la ética que el tema requiere.
Es imperativo que en Garzón y el Huila se implementen acciones concretas para abordar esta situación. En primer lugar, se necesita una mayor inversión en programas de salud mental que incluyan campañas de sensibilización en colegios, universidades, empresas y comunidades rurales. Estas iniciativas deben educar sobre la importancia de reconocer las señales de alerta, como cambios de comportamiento, aislamiento o expresiones de desesperanza, y fomentar un entorno donde pedir ayuda sea visto como un acto de valentía, no de vergüenza. Además, es fundamental fortalecer la red de atención primaria en salud mental, garantizando que los centros de salud locales cuenten con profesionales capacitados y que se facilite el acceso a terapias y tratamientos, especialmente para poblaciones vulnerables.
La comunidad también tiene un rol crucial. Cada persona puede marcar la diferencia al practicar la empatía y la escucha activa. Una conversación sincera, una pregunta genuina como “¿cómo estás?” o “¿qué necesitas?”, puede ser el primer paso para que alguien sienta que no está solo. No se trata de tener todas las respuestas, sino de mostrar que nos importa. En este sentido, es importante desterrar la idea de que el suicidio es una decisión que se puede juzgar o culpar. En lugar de señalar, debemos esforzarnos por comprender y acompañar.
Por último, es vital que las autoridades locales, las instituciones educativas, las organizaciones sociales y los medios de comunicación trabajemos de la mano para construir una red de apoyo sólida. En Garzón y el Huila, donde la calidez humana es parte de nuestra identidad, tenemos la oportunidad de transformar el dolor en esperanza. Hagamos de la salud mental una prioridad, no solo en discursos, sino en acciones concretas que lleguen a quienes más lo necesitan. Porque el dolor, aunque a veces parezca eterno, no tiene por qué serlo. Siempre hay un camino hacia la sanación, y como sociedad, debemos ser el puente que guíe a las personas hacia él.
Si alguien en Garzón, en el Huila o en cualquier lugar siente que no puede más, el mensaje es claro: tu vida importa, y hay personas dispuestas a ayudarte. Habla, busca apoyo, y recuerda que siempre hay una razón para quedarse. Y si conoces a alguien que está luchando, no ignores su silencio. Tiende una mano, porque tu empatía puede ser la luz que necesitan para seguir adelante